La frase que repiten como mantra los habitantes de Bargertown "Two men enter, one goes out", bien podría trasladarse al concepto de la película, y por qué no, al personaje de Max Rockatansky.
Max, así como en Road Warrior, es llevado por el destino a encontrarse en una situación que no quiere, o aparenta no querer: la de ser el héroe y salvador de un grupo de personas en situación de debilidad, en este caso en clave religiosa -casi mítica- a diferencia de Road Warrior donde era, sobre todas las cosas, económica y política.
Max ofrece sus habilidades en Bargertown como servicio para recuperar unos camellos que le robaron en el Yermo -el mismo personaje que él salvó en la película anterior, ahora padre- y es llevado al Thunderdome, para asesinar al dueño real de aquella ciudad: Master-Blaster, una fusión de humanos. Master es el cerebro y Blaster el cuerpo; Master observa, Blaster pelea.
En el Domo del Trueno, dos hombres entran y uno sale, la única regla es que alguien debe morir. El Domo es, entonces, una extensión del Yermo: un no-lugar despojado de todo tipo de humanidad, y ahí es donde entra la sensibilidad de Max, al no asesinar a Blaster tras sacarle el casco y ver que en realidad es un niño. En este encuentro, se presenta la división central del film y, creo yo, la particularidad de esta tercera entrega de Mad Max, introduciendo rasgos de inocencia dentro de la ferocidad total de ese universo, representados en la figura del niño, símbolo de esperanza, futuro y fertilidad. Luego de este combate, a Max lo arrojan al Yermo y es rescatado por un grupo de niños y adolescentes, que lo confunden por un tal Capitan Walker, aquel que debe llevarlos a la Tierra del Mañana.
En el transcurso de este mundo-dentro-del-mundo, es donde entra en juego la clave mítica que representa y configura a las películas de Mad Max, introduciendo elementos de lo que fueron las ciudades antes de la lluvia atómica. Ahora bien, estas ciudades arrasadas representan el futuro para esta comunidad, y es tarea de Max hacerles realizar que ese mundo no existe más, y no sólo que no existe, sino que no se puede llegar. Él, entonces se anuncia como el que lleva la muerte consigo; la película, sin embargo, dice otra cosa, y se encarga de hacer de Max una figura paterna, y al mismo tiempo de esperanza, ya que se sacrifica para salvar a los niños y dejarlos en manos de Master, porque sabe que aquél puede salvarlos mejor que él. Max, entonces, se convierte simbólicamente en un Blaster purificado, ya que resuena el eco de no haberlo asesinado. No es casualidad, por otro lado, que Max sobreviva gracias al agua -tanto de la cantimplora, como de la comunidad-, elemento que se encuentra en jaque durante todas las películas de Mad Max.
Los niños llegan a los cimientos de aquellas ciudades arrasadas por el apocalipsis, y la película termina con un relato recordando la heroicidad, las hazañas y el sacrificio de Max, velando por un mundo mejor, donde todos aquellos que quedaron desperdigados por el Yelmo puedan encontrar a Su Salvador. Entendemos, entonces, que Max Rockatansky es el Ángel de la Guarda de aquellas personas que pueden reconstruir al mundo.
El fundido encadenado de las luces prendidas de la ciudad con Max caminando hacia el ocaso del día -y la oración que le rezan todas las noches-, nos hacen recordar a Jesús y ahí mismo, en un sentido Aristotélico, se completa el Mythos de su figura ya que su causa, lo que hizo y lo que se conoce de él, están inscriptos en cientos de personas, y quedarán también en la mente y en el corazón de los otros por venir.